A Amparo Medina le diagnosticaron cáncer de mama con 31 años. Era 1998. «Acababa de tener a mi primer hijo y recuerdo que no se enganchaba al pecho. Me salió un bulto en la mama izquierda y, pese a ser algo normal, se me encendieron las alarmas, ya que en mi familia ha habido muchos casos de cáncer de mama», recuerda.

De hecho, «soy la única superviviente de cáncer de una familia con muchas muertes prematuras por esta enfermedad: mi madre, mis tías (maternas) y mi abuela». Su madre falleció a los 65 años por un cáncer de ovario tras sufrir uno de mama con 52, justo cuando ella estaba embaraza.

Amparo, cuyo contacto fue facilitado por la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico, acudió rápidamente al ginecólogo, «pero en mi caso los médicos fallaron todo el diagnóstico. Al ser tan joven en la mamografía no salía nada y en la eco parecía que el bulto era benigno porque mis pechos eran fibrodensos, algo habitual en mujeres jóvenes. Cuando ahora te pasa esto se revisa cada seis meses, pero entonces no. Se pensaba que era benigno y listo», recuerda.

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