Varias investigaciones demuestran que los médicos más empáticos obtienen mejores resultados en enfermedades como el cáncer. Las actitudes compasivas disminuyen además el ‘burnout’ (síndrome de desgaste profesional) entre los facultativos.

Hace tiempo, el médico de urgencias Julio Armas (de Elche, Alicante) publicó en X (antes Twitter) u un cartel con el mensaje: Cuando veas un paciente, acuérdate de que la enfermedad ya lo está tratando demasiado mal como para que tú lo hagas también. Después, añadió otro texto como anverso, dirigido al paciente: el doctor está cansado de un sistema que no le cuida, de horas interminables y, de ser el muro de contención de una gestión nefasta. La repercusión de estos tuits puso de manifiesto un viejo resquemor en la relación médico-paciente, que provoca desconfianza. Hay pacientes que lamentan ser despachados con gelidez burocrática., y médicos que se preguntan cómo ser cercanos cuando cada día se asoman a salas de espera en plena ebullición.

La faciliten o no los sistemas de salud, la empatía en medicina es importante. No se trata sólo de la escucha atenta y considerada, es también cuestión de eficacia. Varias investigaciones demuestran que los médicos que más se ponen en el lugar de sus pacientes obtienen mejores resultados clínicos, en enfermedades como la diabetes, el cáncer o la hipertensión; y también en la percepción del dolor, que se atenúa.

Ya en 2001, una revisión de estudios publicada en The Lancet concluyó que los facultativos “cálidos y amistosos” tienen un importante efecto terapéutico sobre sus pacientes. Diferentes expertos indican que la mayor adherencia al tratamiento y la reducción de los elementos que generan estrés, explican por qué la empatía provoca un impacto positivo en la salud del paciente. Afirman que es un tremendo error, incluso desde una óptica economicista, caer en la tentación de acortar las consultas para optimizar recursos. La medicina con tiempo es rentable: si tienes una relación corta con tu paciente, resulta probable que le pidas pruebas innecesarias y costosas. En esta época, que tiende al “deslumbramiento tecnológico”, parece más fácil incorporar aparatos de última generación que dar algo más de tiempo a los profesionales. La empatía conlleva además un posible beneficio para el propio médico: disminuye o neutraliza su sensación de estar quemado por su trabajo.

En España, Oriol Yuguero, director de urgencias en el Hospital Universitario Arnau de Vilanova (Lleida), ha estudiado la dinámica entre estas dos variables, y ha creado una web específica sobre el tema. No tiene dudas de que la empatía ayuda a sobrellevar la dureza de la profesión, y apuesta por dotar a los profesionales de herramientas que les permitan gestionar una relación próxima con el paciente sin comprometer su equilibrio emocional. Organismos como el Instituto Borja de Bioética (IBB) o el Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR) están diseñando en España programas formativos para enseñar a los doctores, presentes y futuros, cómo ser más empáticos. Su objetivo son las facultades de medicina, sabiendo que los estudiantes van perdiendo la capacidad de ponerse en la piel del otro a medida que avanzan en sus estudios. Se promueve un nuevo paradigma en la educación médica, pasando del modelo biomédico a otro biopsicosocial, con el objetivo de crear un vínculo médico-paciente que no pierda de vista la mirada del otro.

Desde nuestra Asociación Española Cáncer de Mama Metastásico estamos más que seguras de que la confianza y cercanía entre oncólogo y paciente es de gran ayuda a la hora de afrontar el diagnóstico del cáncer de mama metastásico y los efectos de sus tratamientos.

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