Aún recuerdo el escalofrío que recorrió mi corazón el día que le pregunté a tú madre en la sala de espera del hospital, un 13 de Octubre, si era paciente de CMm al ver su lazo verde, rosa, amarillo y azul. Su respuesta no la esperaba. La persona con CMm eras tú, una chiquilla de 27 años que llevaba un año lidiando con la enfermedad.
Al salir de consulta me presenté y tu sonrisa me sirvió de bálsamo ante la quemazón de lo injusto. Recuerdo también conversaciones en las que me decías que aún no estabas lista para preguntar. Y cómo, poco a poco, una vez empezaste a sentirte parte de nuestro grupo de apoyo, empezaste a querer saber.
Entre la Judith que conocí en esa sala de espera y la que hoy despedimos desoladas hay un mundo, hay una vida… orgullo como compañeras de haber podido presenciar como te transformaste en una paciente activa y consciente de tu nueva realidad, como cogiste las riendas de tu enfermedad y junto a los tuyos fundaste una asociación que busca recaudar fondos para la investigación del cáncer. Hoy vuelve el dolor por la injusticia, la amargura de quedarnos sin tiempo, de que la investigación no haya llegado a ser suficiente para darte más vida… y busco en mis recuerdos tu sonrisa, aquella que me regalaste el día que te conocí, para encontrar algo de consuelo. Judith, te merecías más vida. Te merecías más tiempo.
Y con esa verdad continuaremos donde tú tuviste que dejarlo.
Te quieren, tus HeavyMetas.