El cáncer de mama es una enfermedad que afecta a cientos de miles de personas en todo el mundo, con un impacto devastador tanto en términos de mortalidad como de calidad de vida. Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) se estima que en 2024 alrededor de 36.500 personas en España recibirán el diagnóstico de cáncer de mama, siendo uno de los tipos de cáncer más comunes en el país. Dentro de este panorama, el cáncer de mama metastásico (CMm) emerge como una realidad que a menudo se pasa por alto, cuando aproximadamente un 7% de los diagnósticos de cáncer de mama ya serán metastásicos desde el inicio, y un 30% las pacientes diagnosticadas en etapas tempranas desarrollarán metástasis a lo largo de sus vidas.
La visibilidad del CMm es menor en comparación con el de CM en etapas tempranas. Mientras que el de mama es objeto de campañas de concientización y apoyo, simbolizado por el lazo rosa, el CMm enfrenta una realidad más sombría: las pacientes no pueden “superar” o “curar” su enfermedad, el CMm es un compañero de por vida que requiere una atención continua y, en muchos casos, paliativa.
Históricamente, las pacientes con CMm hemos sido invisibilizadas bajo el predominio del lazo rosa. Esta falta de atención se extiende también al ámbito médico, donde los avances en el tratamiento del cáncer de mama metastásico han sido limitados en comparación con las formas más tempranas de la enfermedad. La falta de opciones terapéuticas efectivas y los escasos resultados de supervivencia hacen que las pacientes con CMm afrontemos enormes desafíos, tanto físicos como emocionales.
Nuestras necesidades son urgentes y complejas. La mayoría de las pacientes somos personas activas en nuestras vidas familiares y laborales, y necesitamos un rápido acceso a tratamientos que puedan mejorar nuestra calidad de vida y prolongar la supervivencia. Nuestras demandas van más allá de lo puramente médico, abarcando también aspectos sociales y emocionales que impactan profundamente en el bienestar general.
Es fundamental que se reconozca y aborde la realidad del CMm de manera integral, lo que implica una mayor atención a nivel social y médico, y también una inversión en investigación para desarrollar tratamientos más efectivos. Esto requiere de un esfuerzo conjunto de la sociedad, los profesionales de la salud y los responsables políticos.